Me gusta acercarme al islote de Es Vedrà desde el mar, viendo la otra cara de esta enigmática roca, la de los grandes acantilados. Es como una enorme catedral gótica surgida del corazón del Mediterráneo…, quizá por eso, porque es casi una experiencia religiosa, me guste visitar siempre este mágico rincón de Ibiza acompañado de ángeles, en este caso de Ángel Albero y su mujer Ángela, los propietarios del Centro de Buceo Orcasub, de Cala Tarida.

Foto: Chano Montelongo

Lugar de leyendas y mitos, relacionado con fuerzas telúricas, rituales de magia y toda clase de fenómenos paranormales, Es Vedrá no sólo es fuente de inspiración para artistas y místicos de todo el planeta, sino también es un lugar misterioso y energético para los submarinistas. De siempre se ha dicho que la irradiación magnética de este islote –comparable a la que emana de las pirámides de Egipto, de las piedras de Stonehenge o de los moáis de la isla de Pascua—atrae a los OVNIS y, los más atrevidos, aseguran que bajo él hay ni más ni menos que una base submarina extraterrestre… En estos últimos 15 años en los que me he recorrido de cabo a rabo estos fondos marinos, los únicos marcianos que he podido encontrar son los que forman los caóticos ejércitos de serviolas, las huidizas brótolas y las amenazantes morenas, pero sí que es cierto que el escenario sumergido de Es Vedrà es tan magnético que, ayudado por esa sensación de paz y antigravedad que experimentamos los buceadores, sí que parece que estemos visitando otro mundo más allá de nuestro planeta Tierra.

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Observar morenas es habitual en las inmersiones de Es Vedrà

Foto: Chano Montelongo

Esta enorme roca de más de 382 metros de altura tiene tres o cuatro puntos de inmersión a su alrededor, pero a mí la que me gusta es la del lado sur, a los pies de las imponentes paredes de piedra donde es fácil ver en las numerosas oquedades los nidos de los majestuosos halcones de Eleonor, una escasa y muy desconocida especie de ave migratoria a la que se conoce como el viajero incansable.

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Bajo el agua, siempre cristalina y de un azul energético y virgen, la pared cae vertiginosamente hasta perderse en las zonas más oscuras y profundas (¿quizá estén allí esos escurridizos OVNIS submarinos?), por debajo de los 50 metros. Pero no hay que bajar tanto, sólo sobrepasar la treintena de metros para llegar al que yo llamo el jardín de la catedral, donde crecen los abanicos de gorgonias que, los días de ligera corriente (suele venir del sur), parecen saludar a los submarinistas. Entre ellas juguetean pequeños peces tres colas y, resguardadas en las grietas, grandes brótolas observan el baile sin mostrar mucho interés por querer participar en la fiesta subacuática. El pausado regreso a superficie se hace entre malencaradas morenas y asustadizos espirógrafos que se esconden a nuestro paso. Emergiendo, casi levintando, por la pared, recreándome en las inquietas serviolas que nadan en el azul, siempre me gusta poner aquí la misma banda sonora en mi cabeza: Tubulars Bells III, el tema con el que el músico británico Mike Oldfield alcanzó la máxima inspiración soñando con Es Vedrà, el islote que ilustra la portada de su famoso álbum Voyager (1996). Momentos oníricos para un imperturbable escenario de misterio.

Foto: Chano Montelongo

2 Responses to “Magia en la catedral gótica de Es Vedrà”

  1. […] Lugar de leyendas y mitos, relacionado con fuerzas telúricas, rituales de magia y toda clase de fenómenos paranormales, Es Vedrá no sólo es fuente de inspiración para artistas y místicos de todo el planeta, sino también es un lugar misterioso y energético para los submarinistas. De siempre se ha dicho que la irradiación magnética de este islote –comparable a la que emana de las pirámides de Egipto, de las piedras de Stonehenge o de los moáis de la isla de Pascua—atrae a los OVNIS y, los más atrevidos, aseguran que bajo él hay ni más ni menos que una base submarina extraterrestre… (leer más) […]

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  2. Hola Chano, gran artículo, coincido en lo místico del lugar, cada inmersión es una experiencia diferente y aquí más, recorrer sus cañones, ascender por sus chimeneas o dejarse mecer por las corrientes del lugar… es difícil no enamorarse de Es Vedrá y de sus morenas pardas.
    Además la reserva de «Cala d’Hort» está exhuberante y pletórica estos últimos ańos.
    Buen azul amigo.

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